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Imágenes, anécdotas y un poco de historia para elegir un pueblo donde ir

lunes, 15 de noviembre de 2010

San Andrés de Giles

San Andrés de Giles es cabecera del partido homónimo. Se encuentra a unos 110 kilómetros de la Capital Federal. Está ubicado al oeste noroeste de la misma y se puede acceder a él por tres rutas diferentes: la 7, la 8 hasta Solís y luego la provincial 193, y la ruta provincial 41. En el mapa que está abajo de este escrito, señalé el acceso por la ruta 7. Las tres vías de acceso están en buen estado y el tiempo que se tarda en llegar no difiere mucho de acuerdo a la que se elija. Hay que calcular una hora y media, para viajar dentro de límites aceptables de velocidad.






Plaza principal de San Andrés de Giles, en una hermosa tarde dominguera, en la que la siesta del pueblo es la principal responsable de que los fantasmas pueblen los desolados sitios que visitamos y nos acompañen gentilmente durante nuestra sigilosa aventura exploratoria.




Curioso tallado en madera, que conmemora a Juan Pablo II, el Papa Peregrino.




Una de las dos fotografías de esta planta, agresiva, hostil, pinchuda, poco amigable pero llamativa, que encontramos en la plaza principal de San Andrés de Giles.




Si alguien supiera cómo se llama esta extraña planta, podría dejarnos el nombre en los comentarios. Me recuerda a las yucas, pero no es una yuca, al menos tal como yo las conozco. Puede ser una planta emparentada con ellas. Hojas lanceoladas, carnosas, ramas espinosas y leñosas, con reservas de agua que le permite resistir los climas secos.




Monumento erigido para celebrar el primer centenario de nuestra emancipación de la Corona española. Visto desde atrás.




El monumento anterior, visto desde atrás, pero desde más cerca. Se puede leer claramente el motivo por el cual fue construido.




El mismo monumento conmemorativo del centenario de nuestra independencia, visto de frente.




Monumento de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, dedicado al General Don Manuel Belgrano. Se encuentra en la plaza principal de San Andrés de Giles




Otra perspectiva del mismo monumento dedicado al General Belgrano.




Una vista más del monumento antes citado en el que se cita parte del Preámbulo de nuestra Constitución Nacional.




Esta hermosa casona antigua, quiso ser un museo. No sé por qué, pero en el interior no hay nada más que polvo de décadas sobre los pocos muebles que resisten el abandono. Como tantas cosas en la vida, quiso ser algo que no pudo ser.




Esta planta es sumamente llamativa, por los colores y por sus flores que tienen forma de pequeños plumeritos. Como de costumbre, mi falta de conocimientos en plantas y flores me impide contarles cuál es el nombre. Quizá alguien lo sepa y pueda comentarlo.





Edificio del Concejo Deliberante de San Andrés de Giles





Curioso edificio de "Correos y Telégrafos", nombres a los que ya estamos desacostumbrados a utilizarlos en nuestra hacinada Capital Federal.



Imagen de San Patricio. Es importante la inmigración de origen irlandés en la zona.




Fresco figurativo con la imagen de Jesucristo. Podría ser de estilo vanguardista.






Antiguo confesionario y un viejo armonio en primer plano.







Confesionario moderno.






Vista frontal del confesionario recientemente construido en la parroquia, que le permite al sacerdote confesar escuchando a los feligreses primero desde un lado y luego desde el otro.






Imagen panorámica de las naves y el altar de la parroquia San Andrés Apóstol.






Cúpula con hermosos frescos y bajorelieves religiosos en la parroquia.








Perspectiva de un Cristo que no está en la Cruz. No es habitual encontrar este tipo de imágenes en las iglesias católicas.






Otra perspectiva de la imagen de este Cristo piadoso.






Vista frontal del altar y de la imagen de Cristo.






Sagrario del altar de la parroquia.






Vista lateral de las naves de la parroquia. Intento destacar que las estaciones del Via Crucis están representadas por bellos cuadros pintados con óleo, lo cual es muy poco habitual.






Aquí se ven detalles de los óleos.






Conmovedor óleo de Cristo.






Otra sorpresa que nos tenía preparada la parroquia e esta imagen de Cristo cargando la cruz, de tamaño real, lo que se puede apreciar comparándola con la estatura de mi hijo que mide 1,85 metros.





30 de noviembre de 1806. Fecha en la que se celebró la primera misa en la parroquia. Se considera que fue cuando se fundó San Andrés de Giles.






Patio de la parroquia, tal como quedó después de la importante remodelación y modernización a la que fue sometida.






Se observa en la pequeña placa superior que los sacerdotes de la parroquia pertenecen a la orden benedictina.






Imagen de la Virgen María en el patio lateral de la parroquia.






Video en el que se aprecian: la fachada de la parroquia, el campanario poco común y sumamente vistoso, y los anexos laterales.






Desde que vi la estructura de la nueva parroquia, con este campanario, me pareció que había una influencia morisca en la mente del arquitecto cuando la diseñó. Este campanario se asemeja mucho al alminar de las mezquitas, donde tiene que subir el almuédano todas las mañanas, y cada anochecer, para llamar a los fieles a rezar.






Imagen de San Andrés Apóstol que se encuentra afuera de la parroquia






Obsérvense el patio lateral de la parroquia y la cúpula, en segundo plano.






Vista panorámica del patio lateral de la parroquia.

martes, 28 de septiembre de 2010

Solís - Azcuénaga

Solís y Azcuénaga son dos pueblos de la provincia de Buenos Aires, separados entre sí por sólo 8 kilómetros de distancia. Es aconsejable transitar por la ruta de tierra que los separa cuando no ha llovido.




Cómo llegar desde la Capital Federal a Solís




Camino Solís-Azcuénaga


Solís


Solís es pequeño y pintoresco; está situado a 102 kilómetros de la Capital Federal. Accedimos a él yendo por Av. del Libertador, La Pampa, Av. Cantilo, Gral. Paz, Ruta Panamericana, Ruta 8 y, después de 1 o 2 cuadras del cruce con la ruta 193, donde hay una estación de servicios, semidestruída y casi inservible, doblando a la derecha por un camino de tierra en buen estado. Más arriba, en el mapa, se puede apreciar el recorrido que acabo de describir. Se tarda en llegar una hora y 45 minutos, aproximadamente.




Estamos en la casa de doña MH, más precisamente en el gallinero. Es interesante esta foto porque en ella se encuentra todo lo que, habitualmente, se encuentra en una casa en el campo: el gallinero que es el lugar donde estamos; la dueña de la casa que se dedica a los quehaceres domésticos; dos perras enormes y bravas, que cuidan a sus amos con la fidelidad incondicional de los perros; a la izquierda de doña MH está la huerta, con árboles frutales; a la derecha de la señora se ve la casa donde vive y trabaja, cuando tiene tiempo, para afuera. Así suelen ser, habitualmente, las casas en las zonas rurales de la provincia de Buenos Aires.

Es muy interesante escuchar con atención los saberes de personas como doña MH. Son saberes que nosotros ignoramos, provienen de transmisiones de boca en boca, de la observación de los acontecimientos y de la adecuada asociación con otros fenómenos concomitantes. Hay otros saberes que ni la señora misma podría asegurar cómo los aprendió. A todos nos sucede.

Sabemos que los gallos cantan cuando aclara. A veces cantan cuando anochece. Ignorábamos que lo hacen a la medianoche cuando, a la mañana del día por venir, habrá niebla o neblina. Nos lo contó doña MH.

Nos llamó la atención que nos dijera que para ir a ascuéniga, en vez de Azcuénaga, teníamos que ir por ese u otro lugar. En otro momento dijo que una gallina estaba culeca, en lugar de clueca. Son formas locales de referirse a los mismos significantes. Utilizando esas palabras se reconocen entre sí los habitantes de un pueblo. De esa manera nacieron los dialectos en los países europeos. Quizá los ejemplos más fáciles de comprender son los de Italia y Alemania, donde puede llegar a ser imposible entender el italiano o el alemán que hablan los habitantes de diferentes pueblos. Así es, impacta darse cuenta de que nuestro campo es un ejemplo que nos permite vivenciar las diferencias entre los pueblos de la que nos habla la antropología cultural.

Cada pueblo tiene su identidad que lo hace reconocible y que les permite a sus habitantes saber quién no pertenece al lugar. Es una buena forma de defensa ante la presencia de forasteros potencialmente dañinos. En general, en todos lados, de los forasteros se desconfía, hasta que demuestren que se puede confiar en ellos. Hay pruebas que, pasadas las cuales, uno se hace acreedor de la confianza de ellos, que no la regalan porque, justamente, la confianza es algo que no se negocia, se da por mérito y se quita por desmérito.

A la hermosa experiencia de viajar, ver paisajes, regresar con el ánimo renovado como consecuencia de esas hermosas vivencias, se agrega la constatación de que los habitantes de nuestros campos nos enseñan qué es la cultura, qué es la antropología cultural aplicada y es así como regresamos con todo lo mencionado más la riqueza de nuevos conocimientos adquiridos. Conocimientos que nos son ofrecidos en bandeja por nuestros generosos hombres y mujeres de campo.

Doña MH vio algo en mi brazo que le llamó la atención. Me preguntó algo que no estaba ni siquiera contemplado por mis cabildeos al respecto. Después de ello me quedé pensando si no tendría razón. Así nos enseñan, así aprendemos, asociando con representaciones mentales con las que nunca nos hubiéramos puesto en contacto si no fuera por la ayuda que nos proporcionaron esas gentes con culturas diferentes a la nuestra.

La misma señora MH, dotada naturalmente de una capacidad de observación notable, nos dio un claro ejemplo de cómo funciona, protegiéndolos, el código de señales culturales lingüísticas y comportamentales. Apenas entramos, nos dijo: "Ninguno de ustedes se puso una bombacha de gaucho en su vida". Era cierto. Luego expresó la cantidad de señales lingüísticas que nosotros emitimos sin darnos cuenta, que le permiten a ella asegurar que no somos del lugar. Quedamos sorprendidos al tomar consciencia de que sólo con una pregunta breve, desnudábamos nuestra condición de extraños frente a ella. Sólo preguntando: "¿Dónde queda Azcuénaga?" ella se da cuenta de que no somos del lugar. Para ella Azcuénaga es ascuéniga y, probablemente, tampoco usan la forma "dónde queda" para obtener la respuesta. Otro ejemplo de la capacidad de observación de doña MH: "Aquel debe estar con frío, por eso se puso al sol", era absolutamente cierto. Recién llegábamos; uno de nosotros dijo que el viento le producía frío y que se iba al lugar soleado para calentarse un poco. La intuición inmediata y veraz de las cosas es patrimonio de nuestra gente de campo que suele pasar muchas horas hablando consigo misma. Alguien escribió: "Quien habla solo espera hablar con Dios un día". Creo que la gente de campo, por fuerza, está acostumbrada a dialogar consigo misma.

Me llamó mucho la atención que doña MH se refiriera al silencio del campo como el auténtico silencio. Para mí, su casa, era tan silenciosa como un templo, sin embargo ella aclaró que ahí se oían ruidos de camiones que pasaban cargados por la ruta, de lo cual ni me había percatado. Después aclaró que desde los once meses de vida hasta los treinta años de edad, ella había vivido en el medio del campo, campo. Ahí me di cuenta de lo que quería decir con el auténtico silencio.

Confirmamos nuestra sospecha de que los habitantes de un pueblo, se resisten a aceptar los cambios que provienen de otro ámbito cultural, con lo cual no estoy diciendo nada novedoso. ¿Acaso no se resistieron, hasta donde pudieron, Francia, España e Inglaterra a la dominación romana? Como consecuencia de esa resistencia nosotros hablamos en español. Claro, un español diferente al de España por la resistencia que opusieron los habitantes de nuestra América precolombina al dominio español. Es que cuando dos culturas se ponen en contacto, el intercambio es inevitable, por más que se trate de esquivarlo. Así, nosotros vimos que en la casa de doña MH había una aceptación de algunos avances tecnológicos, pero no de todos. Se trata de un intento de preservación de los propios valores culturales, a los que se ha llegado a lo largo de toda una vida.

Vimos que se había aceptado a la electricidad domiciliaria, a las máquinas de coser con motor eléctrico, al teléfono, pero no vimos teléfonos inalámbricos ni máquinas de coser sofisticadas. La asimilación de la cultura de afuera lleva siglos, a veces, incluso muchas veces quedan vestigios de la cultura anterior que, celosamente, son guardados como secretos que se transmiten solamente a los elegidos. Recuerdo los medicamentos que utilizaban los incas, obtenidos de plantas, que hoy son buscadas afanosamente por investigadores de diversas disciplinas científicas como botánicos, médicos, bioquímicos, farmacólogos, antropólogos y un guía, originario del lugar, sin el cual no podrían encontrar absolutamente nada. En la actualidad utilizamos un edulcorante encontrado en la selva del Amazonas, por casualidad, ya que uno de los expedicionarios recibió en su boca una gota que cayó desde un árbol, con un intenso sabor dulce. Estoy refiriéndome al Sucaryl con sucralosa.

Si supieran todo lo que nos enseñan, los campesinos nos cobrarían por hablar con ellos. Parece un chiste, pero ¿un habitante de la ciudad no se tentaría de sacar un beneficio económico de todos esos valiosos conocimientos originados hace cientos de años? Los porteños desarrollaron la viveza criolla, famosa y repudiable, mediante la cual tratan de sacar ventajas deslealmente de la necesidad e inocencia de quienes vienen del interior a buscar trabajo en Buenos Aires. Cuando mi padre vino desde una lejana ciudad del interior en busca de trabajo, un porteño malintencionado y de baja estofa, intentó venderle un buzón, cuando recién había bajado del tren, en la estación Constitución. Para quienes no saben a qué me refiero, aclaro que un buzón era un cilindro hueco, de 1 metro y medio de altura, ubicado habitualmente en las esquinas, donde gratuitamente se depositaban las piezas postales franqueadas, que en algún momento eran retiradas por el cartero, quien las transportaba hasta la Oficina de Correos más cercana. El que quiso estafar a mi padre le dijo que ese buzón era de él y que se lo vendía por no sé cuántos pesos, y que a partir del momento en que se efectivizara el pago, mi padre podría cobrar por cada carta que se depositara en él. Este es un ejemplo de la repugnante viveza criolla de los porteños, que no es viveza sino estafa y tampoco es criolla sino porteña.




En el gallinero de doña MH


Solís pertenece al municipio de San Andrés de Giles, pueblo que se encuentra a unos 12 kilómetros. Tiene unos 800 habitantes. Comenzó siendo una estación del ferrocarril Central Argentino, del ramal Victoria-Pergamino, llamada Solís e inaugurada el 16 de julio de 1894. Las tierras sobre las que se construyó la estación eran del general Julio Argentino Roca. Poco después se estableció en el lugar un infaltable Almacén de Ramos Generales, propiedad de un aragonés llamado Francisco Gurría. Este señor se entrevistó con el general Roca para que le vendiera tierras en el lugar. Durante esa entrevista surgió, en Roca, la idea de donar las tierras para que se fundara un pueblo en torno de la estación del ferrocarril.

Roca donó las tierras y los ladrillos necesarios para que se construyera y fundara la Escuela Nº 8, en 1906. Poco a poco se fueron vendiendo terrenos y así nació el pueblo.

En el lugar está el Club Social y Deportivo Solís, fundado en 1921, cuyo primer presidente fue el Jefe de la Estación, don José Brignolo. Después de él, otros fueron presidiendo la institución, que se destacó en la práctica del fútbol.

En Solís también hay un Jardín de Infantes, el Nº 904.

Había una sola estación de servicios que, actualmente, está casi destruida e inservible.




Capilla Nuestra Señora de Lourdes. Solís



Azcuénaga


Fundado el 1 de julio de 1880, fecha en la que se inauguró la estación del Ferrocarril del Oeste, más tarde Ferrocarril General Bartolomé Mitre. Ese día llegó, para la inauguración, el primer convoy, tirado por una máquina a vapor, que había salido desde la Estación del Parque ubicada donde actualmente está el Teatro Colón. Este ramal ferroviario unía Luján con Pergamino.

Tiene, aproximadamente, 400 habitantes.

A 8 kilómetros de este pueblo se encuentra la Hacienda Posta de Figueroa, donde se reunieron personajes de nuestra historia como Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga, Estanislao López, Juan Lavalle, José María Paz.




Primer mural latinoamericano




Viejo cartel indicador de la estación Azcuénaga del ferrocarril




Fotografía panorámica de la estación Azcuénaga en la que se observan: el tanque de agua que se utilizaba para llenar los depósitos de las viejas locomotoras a vapor; un pequeño galpón; las palancas para que, mediante maniobras, las locomotoras pudieran realizar el cambio de vías necesario; el edificio de la estación y los lejanos restos del antiguo andén, actualmente obsoleto.




Fachada del edificio principal de la estación. El edificio original de la estación era una sencilla casa de madera, reemplazada luego por el que se ve en la foto, de dos pisos, con techo de estructura piramidal, cubierto con tejas francesas. El segundo piso le servía de vivienda al Jefe de Estación, que solía ser una persona respetada del pueblo.
Poco después de la inauguración, la estación fue centro de acciones militares, específicamente, la Revolución de 1880 también llamada Revolución de Tejedor.




Palancas para mover las vías y poder realizar los cambios necesarios.




Uno de mis hijos moviendo las oxidadas palancas para realizar cambio de vías.




Con este molino, hoy totalmente inútil, se extraía agua del subsuelo para llenar, mediante un caño casi paralelo al piso, que se ve en la foto, el tanque de agua al que antes nos referimos. De ese tanque, pasaba a los depósitos de las locomotoras a vapor.




Depósito de agua de la estación, visto desde abajo.




Otra perspectiva del depósito de agua.




Depósito de agua en el que se puede ver el conducto mediante el cual se trasvasaba el agua desde el tanque de la estación hacia los depósitos de las locomotoras.




Otra perspectiva diferente del depósito de agua. Debo reconocer que saqué muchas fotografías de este tanque porque, desde pequeño, me preguntaba dónde cargaban agua las locomotoras. El haber encontrado no sólo la respuesta sino los tanques mismos, me entusiasmó tanto que no pude evitar la repetición de las fotografías, como si con ello hubiese querido atesorar el descubrimiento y la imagen. Piense el lector que la pregunta tenía 50 años sin respuesta. Cuando era muy pequeño, le preguntaba a mi padre: "¿Dónde toman agua las máquinas?" Lamentablemente, él murió sin poder mostrarme dónde tomaban agua las locomotoras.




Aquí se ve el molino detrás del depósito de agua de la estación.




Los galpones de la estación Azcuénaga.




Uno de los tantos ejemplares de chimangos que hay en nuestra pampa.




Esta calle y los viejos edificios están frente a la estación Azcuénaga.




La esquina de la casa rosada. Estas antiguas casas tienen sus encantos, ocultos en la historia que presenciaron sus paredes, testigos mudos del pasado, que sólo podríamos descubrir, apenas, si fuéramos excesivamente estudiosos, sagaces y contáramos con una gran dosis de suerte.




La esquina de la casa amarilla. Otro testigo que sólo por signos y señales nos podría enseñar una pequeña parte de aquello de lo que fue sigiloso y prudente espectador




Restaurante de campo típico, en el que nos proveímos de exquisita miel casera.




Plaza y Capilla Nuestra Señora del Rosario, Azcuénaga.




Plaqueta que se encuentra dentro de la Capilla y en la que se puede leer el año en el que fue fundada y otros detalles de interés.




En el exterior de la capilla, se encuentra esta plaqueta, en la que se deja constancia de que por ese lugar pasó el Cura Brochero, en su camino hacia la provincia de Córdoba.





Dos de mis hijos, a los que les agradezco que me permitan sentir la reciprocidad de un cariño entrañable, su grata y educativa compañía, y su paciencia infinita.