¡Bienvenidos!

Imágenes, anécdotas y un poco de historia para elegir un pueblo donde ir

domingo, 1 de agosto de 2010

San Pedro - ¿Pueblo o ciudad?

Hacía entre 15 y 18 años que no iba a San Pedro. Los recuerdos que tenía eran de un apacible, tranquilo y hermoso pueblo a orillas del Paraná. Volví este año, como dije en otra entrada de este blog, para traer material con el fin de enriquecer Mis pueblos queridos. Sentí un impacto tan grande, que me costó mucho rehacerme para poder escribir sobre si San Pedro continúa siendo un pueblo.

Me gusta el progreso, pero me agrada el progreso armónico, en el que se construye sin destruir, en el que hay una planificación a largo plazo de lo que se hace hoy para que no sea un mamarracho arquitectónico y urbanístico mañana, en el que se respeta la historia de cada una de las viviendas, en el que una calle adoquinada es preferible a una asfaltada porque responde a un valor estético relacionado con quienes habitan el lugar y las casas en que moran. Dejando bien claro que estoy a favor del progreso, de la integración, del bienestar, de la comodidad, me siento en condiciones de escribir sobre San Pedro actual.

Sé perfectamente que uno nunca vuelve a un pueblo, siempre va. Porque aunque lo haya dejado de visitar 10 años, 1 mes, 1 día, 1 segundo, jamás va a encontrar lo que dejó, dado que el tiempo pasó y las cosas, aunque mínimas, cambiaron. Heráclito, filósofo griego presocrático, decía que no nos bañamos dos veces en las aguas del mismo río, enfatizando con la metáfora filosófica, la importancia del tiempo que transcurre sin cesar.

Convengamos, entonces, que fui a San Pedro, después de 15 años. No me gusta prejuzgar acerca de lo que voy a encontrar, sino que prefiero que el entorno me conmueva, me impresione, me impacte, me agrade o no.

Pese a que me cuido mucho de no prejuzgar, es muy difícil apartarse de los recuerdos que lo acompañan a uno, cuando va a un pueblo al que visitó casi semanalmente durante años. Es difícil disociarse tanto como para hacer de cuenta que uno está viviendo por primera vez la experiencia de estar donde ya estuvo.

Mis recuerdos de San Pedro giraban en torno del Hotel de Turismo, del Club Náutico, de las barrancas naturales que bajan drásticamente hasta el Paraná y el resto del pueblo estaba armónicamente vinculado con esas imágenes. No había nada disruptivo. Me acordaba de que había muchas casas en torno de esos puntos que fueron mi destino durante muchos años.

Al ir, el 1 agosto de 2010, no encontré la misma armonía de la que disfrutaba antes, descubrí un pueblo que está transformándose en ciudad, pero sin planificación urbana, ni respeto por la estética arquitectónica que lo hacía reconocible. Me resultó displacentera la experiencia de enajenación que me produjo el no reconocer dónde me encontraba. Los mojones que me guiaban, por suerte, siguen estando. Digo, que el Hotel de Turismo y el Club Náutico, por suerte son reconocibles. No sucede lo mismo con el resto del pueblo. Me pregunté muchas veces por qué sentía esa extrañeza respecto del lugar. Comencé a darme cuenta de la respuesta cuando percibí los edificios de propiedad horizontal. Ese es el factor que desentona, que es disruptivo, que choca. En un pueblo, rodeado de tierras habitables, es absurdo concentrar población en una pequeña superficie. El crecimiento demográfico tiene que estar calculado de antemano y las viviendas necesarias también, pero no para el año que viene, sino para dentro de 30 o 50 años. Así, la construcción de casas se hace concéntrica pero se expande horizontalmente y no verticalmente como está ocurriendo.

Después, cuando los reglamentos no se cumplen, vienen los problemas. Las calles quedan angostas para transitar, no hay lugar para estacionar, los sistemas cloacales no alcanzan, el agua corriente tampoco. La población está obligada a vivir amontonada en 20 o 30 manzanas. Digo que después vienen las lamentaciones por no haber hecho las cosas como se debían hacer o sea con una adecuada planificación previa. Bajo ningún concepto se deben permitir excepciones como para que construyan edificios de propiedad horizontal, si eso no está previsto en la planificación urbana. Para ello debe haber una planificación y un estricto cumplimiento de la misma.

En un país donde sobra territorio, es absurdo el crecimiento vertical en desmedro del horizontal, en lo que a edificación se refiere. La fotografía que se ve más abajo intenta ejemplificar lo que he escrito.

Respeto y quiero al pueblo sanpedrino, respeto y quiero el lugar donde viven. Lamento que los pobladores estén expuestos a sufrir, de ahora en más.



Así, suele comenzar el caos. Después de que pasan unos años, es peor.




Las casas bajas, contrastanto con un edificio de propiedad horizontal. Así comienza la ruptura entre la estética propia del pueblo y la nueva estética, disruptiva, que se le va imponiendo.


Escribo estas líneas con aflicción, porque pienso en cómo va a sufrir el noble pueblo sanpedrino y cómo se va a perder el candor y la calidez propia de un lugar, que quiere seguir siendo un pueblo y no una enloquecedora ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario